Meditando en la quietud del silencio con una mente inocente y abierta
Por Sandra González
Este trabajo de momento a momento de indagación meditativa, es un meditar en la quietud del silencio sin ninguna técnica. Es sentarse calladamente, solos o acompañados — escuchando, atendiendo, cuestionándonos profundamente la validez o veracidad de todo lo que la mente nos dice de nosotros, de los otros y del mundo, sin esperar repuestas, con una mente que no sabe: inocente, abierta y atenta.
Estando así en contacto directo con todo aquello que está sucediendo en este instante en nuestra mente/cuerpo y fuera de ella: descontento, deseos, resistencias, aburrimiento, miedo, gozo o dolor, así como también se puede observar a la mente como escapa en fantasías de placer o dolor, juzgando y creyendo. Escuchando así mismo el canto de un pájaro, el sonido de un carro que pasa, la brisa fresca que roza la piel, la respiración, sensaciones o emociones — presentes aquí y ahora abrazándolo todo.
Es descubrir directamente nuestro ser más profundo — nuestra verdadera naturaleza. Tratándose así de traer a la luz del descubrimiento todo aquello que está obstruyendo el manifestar lo que realmente somos, como son todos nuestros patrones de condicionamientos e historias sobre nosotros, los demás y del mundo; descubriendo también como confundimos las abstracciones del pensamiento con la realidad o verdad: creyendo las historias. Esta meditación nos lleva a entender como es la identificación con los pensamientos y emociones la que crea el conflicto, el sufrimiento humano individual y global, a través de tomar como verdades aquellas imágenes de nosotros y del mundo que la mente crea. Fragmentando, dividiendo aquello que es indivisible. Creando un mundo polarizado: “yo y tú, nosotros y ellos, malo o bueno”.
En este ver directamente la identificación con nuestras historias, imágenes, nacionalidad, partido e ideas. Estas se van entendiendo y así haciéndose más transparentes, menos sólidas, pudiendo tal vez tocar el silencio que lo envuelve todo. Sintiendo afecto, compasión y paz como resultado de realizar que no estamos separados de nada ni de nadie.
Esta es una invitación a una nueva forma de vivir nuestra vida diaria: meditativamente, consientes, con sabiduría y compasión. Es una forma fresca de estar con nosotros mismos y como consecuencia con los otros.
Es un estar en contacto directo con todo lo que acontece sin separación con una mente que ve y discrimina pero que no juzga, pero si ve el juicio. Es una presencia/energía de silencio la que opera ya no la actividad centrada en uno mismo, más bien esta se ve y entiende. Una verdadera revolución de la psiquis humana.